En estos
tiempos, la vida parece muy complicada.
Sinceramente
quiero decir mucho pero a la vez no puedo decir nada. Solo que la vida es
demasiado corta y las personas perdemos el tiempo en cosas muy estúpidas. Nos
quejamos, nos preocupamos, sufrimos, nos entristecemos, nos estresamos. Cuando
en realidad, tendríamos que estar disfrutando del gran que Dios nos dio, que es
LA VIDA.
Mientras uno
es niño, vive en una burbuja, que son nuestros padres que nos protegen
constantemente de este mundo tan cruel y despiadado. Uno no ve, no conoce los
problemas que hay fuera de esa burbuja. Un niño se preocupa por completar un álbum
de figuritas, ganar una carrera de autitos o vestir a sus muñecas. Para ellos
la vida es un juego. Algo que aprecio mucho de los niños es esa valentía y
entusiasmo constante por las cosas. Los adultos deberían tomar ese ejemplo y
ponerle todas esas ganas a la vida, ese empujón de no rendirse a nada, cuando
uno quiere algo, luchar con todas sus fuerzas para tratar de obtenerlo. Debemos
tener el entusiasmo de un niño y la madurez de un adulto para afrontar las
cosas de la vida.
Todos
sabemos que la vida no es perfecta. A cualquiera le gustaría evitar problemas,
pero si no sería así; ¿ no seria aburrida vivir una vida sin problemas, es
decir, perfecta?
Si de los
errores y los problemas maduramos y
crecemos como persona. Algunas veces para bien y otras no tanto. Pero cada cosa
que pasa, es por algo. No creo en las casualidades. Son pruebas que tenemos que
superar día a día, que nos forman como persona. Nos definimos y descubrimos
quienes somos en este mundo.
Así que
cuando estemos en situaciones difíciles, no hay que bajar los brazos, confía en
Dios que todo lo que hace, es por tu bien. Y haz las cosas con el entusiasmo de
un niño. La vida es corta, aprovéchala.